"Ellas y ellos estuvieron…" - Mercedes Castellanos de Anchorena

Por Eduardo Agüero Mielhuerry.

Cultura y educación26/09/2024NdANdA
Mercedes Castellanos de Anchorena

María Lina de las Mercedes Castellanos nació en Rosario, provincia de Santa Fe, el 24 de septiembre de 1840. Fue bautizada el 27 de octubre del año de su nacimiento, en la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced de Buenos Aires. Sin embargo, el Acta de Bautismo no determina dónde nació y consigna que habría llegado a este mundo el día 23 y no el 24, Día de Nuestra Señora de la Merced. ¿Error del Sacerdote o la historia se acomodó para poner a la niña bajo la advocación de la Virgen? Difícilmente encontremos la respuesta correcta… 

Sus padres fueron el salteño Aarón Castellanos Velasco y la porteña Secundina Juana María de la Iglesia Castro. Tuvo doce hermanos: Ezequiela, Juan, Magdalena Mauricia, Ladislao Marcos Aarón, Elena Agustina, Secundina Paula, Lucila Catalina Magdalena, Juliana de Belén, Sofía, Miguel Matías, Alberto y Máximo Carlos Aarón.

Completó su educación en París, Francia, con las Hermanas Canonesas de San Agustín.

Dueña de una exquisita belleza, supo destacarse en los círculos más selectos de la aristocracia porteña, haciendo gala de su refinamiento y estampa. Así también supo conquistar el corazón de un próspero comerciante y acaudalado estanciero porteño... El 24 de septiembre de 1864, en la Iglesia Nuestra Señora del Socorro, contrajo matrimonio con Nicolás Hugo de Anchorena Arana (nacido el 1 de abril de 1828, hijo de Mariano Nicolás Anchorena López de Anaya y María Mauricia Josefa Estanislada de Arana Andonaegui). Los testigos de la boda fueron Juan Anchorena y Secundina de la Iglesia de Castellanos. La pareja tuvo once hijos: Nicolás María Serviliano, Mercedes Benita, Mercedes Dionisia, Amalia Valentina, Aarón (murió al nacer), Matilde Lidia, Josefina Anacleta del Corazón de Jesús, Aarón Félix Martín del Corazón de Jesús, Enrique Justino Pascual, Emilio Evaristo y Alberto Florentino del Corazón de Jesús.

Cuando el 23 de abril de 1884 murió Nicolás de Anchorena, dejó en campos, semovientes, propiedades urbanas y efectivo un capital de cuatro millones de libras esterlinas. Mercedes, se ocupó personalmente de la inmensa fortuna heredada de su esposo, integrada por más de veinte estancias a las que no se limitó a conservar sino que acrecentó notablemente en su producción y extensión anexándoles otras propiedades. Llegó a tener más de 350.000 hectáreas en Buenos Aires y Neuquén.

En los umbrales del siglo XX, pese a los grandes privilegios que le imponía su posición, y la comodidad que eso implicaba, ella mantuvo su generosidad y solidaridad ocupándose de múltiples cuestiones que iban más allá del mero goce de su fortuna. Así como lo había hecho en vida de su marido, Mercedes se abocó también a realizar múltiples donaciones a la Iglesia, contribuyendo no solo a la erección de suntuosos y refinados templos, sino que colaboró y sostuvo la obra de diversas comunidades religiosas que bregaban por el bienestar de los menesterosos.

Suntuosidad

En el barrio de Retiro, frente a la Plaza San Martín, de la Capital Federal, encargó la construcción de un palacio al arquitecto Alejandro Christophersen. Edificado entre 1905 y 1909, es un exponente de L' Ecole des Beaux Arts (“Escuela de Bellas Artes”), inspirado en el proyecto “Hotel a París pour un riche Banquier”, con el cual Jean Louis Pascal, maestro de Christophersen, había ganado en 1866 el premio “Grand Prix de Rome”.

La mansión fue lujosamente decorada por la casa “Maison Jansen” de París, siendo escenario de grandes bailes, como el celebrado con motivo del Centenario de la Independencia Argentina en 1916, y las presentaciones en sociedad de las nietas de Mercedes.

Si bien parece un complejo único, está constituido por tres residencias: la que da a la calle Esmeralda que fue habitada por Mercedes con su hijo Aarón, la central que fue habitada por Enrique Anchorena y su familia, y la que da a la calle Basavilbaso, que fue habitada por Leonor Uriburu, viuda de Emilio Anchorena.

En 1936 el “Palacio Anchorena” fue adquirido por el Estado para ser sede del Ministerio de Relaciones Exteriores, denominándose desde entonces “Palacio San Martín”. Actualmente es sede Ceremonial de la Cancillería y fue declarado monumento histórico nacional. 

La madrina

Desde los comienzos del ambicioso proyecto para construir la actual Catedral de Azul, Mercedes Castellanos de Anchorena estuvo ligada al mismo, no sólo económicamente sino, esencialmente, de manera espiritual. El Pbro. Manuel Pujato tomó con empeño la ejecución de la obra del templo y aunque tuvo demoras y postergaciones, la piedra fundamental de la futura Iglesia fue colocada y bendecida el 25 de mayo de 1900, siendo padrinos de la ceremonia, la señora Ángela Castelli de Acosta y el Dr. Guillermo Udaondo, ex gobernador de la provincia de Buenos Aires. Asistieron, además, el ministro de Obras Públicas, Dr. Adolfo Saldías y el obispo de La Plata, Mons. Mariano A. Espinosa. El diario local “El Pueblo”, anuncia desde sus páginas el acontecimiento lugareño: 

“Fue aquel día muy húmedo y frío. No obstante ello, de todos los alrededores concurrió numeroso público para presenciar los actos programados. Las autoridades se hicieron presentes pasadas las 10 horas, y tomaron ubicación en el palco levantado el efecto, rodeándolo el vecindario.

En el centro, la piedra fundamental, de color rosa pálida, sostenida por un trípode de madera. Mide 80 cm de largo por 40 cm de ancho y 30 cm de alto. Esta caja de piedra contiene en su interior otra de plomo, donde se colocó el acta firmada por autoridades y gente principal. El empresario de la Capital Federal, don José Miró, luego de la bendición respectiva, tomó la cuchara y procedió a cerrar la caja de piedra con el material preparado al efecto. El señor Intendente, padrinos e ingenieros, hicieron lo propio y ante el aplauso general, fue introducida la piedra fundamental en el foso de antemano excavado. Luego se entonó el Himno Nacional, para asistir la concurrencia a los demás actos programados en celebración del fausto emancipador.”.

            Sin embargo, un dato curioso se desprende de la nota publicada por “El Imparcial” el día domingo 8 de abril de aquel año:          

            “(…) se nombró a los concejales Navas y Aztiria para obtener de la señora de D. Eliseo Acosta, la aceptación del cargo de madrina en el acto de la colocación de la piedra de la nueva iglesia, en reemplazo de la señora viuda de Anchorena. (…)”.            

            Sin que pudieran encontrarse los motivos, Mercedes rechazó ser la madrina de la piedra fundamental del nuevo templo azuleño, pero eso no le impidió volcar su generosidad hacia la obra posteriormente…

A la gloria de “Nuestra Señora del Rosario”

Tal vez el aporte más significativo y caro a los sentimientos de los azuleños está ligado a la actual Iglesia Catedral “Nuestra Señora del Rosario”, que fuera inaugurada el 7 de octubre de 1906. Mercedes donó, junto a su nieta, Matilde Ortiz Basualdo de Zuberbühler, el Altar Mayor (el que, a la fecha del fallecimiento de la benefactora, no había sido colocado aún) y una importante suma de dinero que contribuyó al avance de la obra que había reiniciado el joven sacerdote César Cáneva, como así también a la concreción de la Casa Parroquial -concluida en 1919-, junto al templo. Ella y el entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Dr. Bernardo de Irigoyen, fueron nombrados padrinos de la ceremonia. Como ambos no pudieron asistir –ella se encontraba en Córdoba-, fueron representados respectivamente por la Presidenta de la “Comisión de Damas Pro-Templo”, Regina Gómez de Vázquez, y por el Presidente de la H. Cámara de Diputados, Dr. José María Vega.

Los títulos nobiliarios pontificios o provenientes de la llamada nobleza romana son los títulos nobiliarios otorgados por el Sumo Pontífice. Tradicionalmente, el Papa los concedía a varones o mujeres extraordinariamente destacados en el servicio a la Iglesia, a la fe católica o al papado. Mercedes fue la primera mujer argentina en convertirse en noble por derecho propio, como fruto de su filantropía dentro de la Iglesia Católica, convirtiéndose en la más grande benefactora que la Santa Sede tuvo en nuestro país durante esos tiempos. Fue designada por el Papa como integrante de la corte vaticana y recibió el título de Condesa Pontificia.

Por otra parte, la singular institución de la Rosa de Oro se remonta al año 1049, cuando el papa León IX la instituyó como una distinción tradicional. Desde entonces, el cuarto domingo de Cuaresma, un rosal de oro con flores, botones y hojas, colocado en un vaso de plata renacentista en un estuche de oropel con el escudo papal, es bendecida y ungida con el Santo Crisma e incienso. Con esta pieza se quiso figurar a Cristo representado por el oro, el más noble de todos los metales, y la resurrección del Salvador, significada por el bálsamo aromático. El Papa después de bendecirla la llevaba en procesión y finalmente la enviaba a alguna iglesia particular o bien a algún príncipe o princesa de la cristiandad.

La Rosa de Oro es una distinción otorgada por el Papa a personalidades católicas preeminentes, usualmente emperadores, emperatrices, reyes, reinas y duques y a algunas advocaciones de la Virgen María. También Mercedes Castellanos de Anchorena recibió una Rosa de Oro de manos de su Santidad.

“Por la corrupción de las costumbres”

En la edición del 25 de enero de 1957 del “Diario del Pueblo”, bajo el título “Humanitaria obra inspira al Hogar del Buen Pastor”, se cuentan cuáles fueron los orígenes del Asilo Buen Pastor. El escenario del encuentro fue “San Ramón” (estancia en que Mercedes mandó a erigir el que hoy es el templo más antiguo del Partido de Azul, dedicado a Nuestra Señora de las Mercedes, en memoria de su hija fallecida tempranamente),  la conversación entre el joven sacerdote y la millonaria benefactora, acaecida en 1918, habría nacido ante la creciente preocupación del religioso por la “corrupción de las costumbres en esta ciudad de Azul.”.

Mercedes, que muchas veces había colaborado en tantos requerimientos, “conmovida díjole: ‘y si trajésemos aquí a las religiosas del Buen Pastor para que establezcan una casa’ (…).”. El sacerdote respondió: “Señora, esto me abriría el cielo…” y comenzó a vislumbrar otra obra de calidad y contundencia para la comunidad…

Pocos días después, en Buenos Aires, “La digna señora de Anchorena se dirigió a la Casa Provincial y dijo a la Madre Visitadora: ‘vengo a pedir la fundación de una casa en el Azul y no puede negármela’.”. Y su voluntad comenzó a encaminarse hacia la concreción… La respuesta de la Madre Visitadora, María San Agustín de Fernández Concha, con la anuencia de la Madre General de la Congregación, María de Santa Domitila Larose, ante la generosa benefactora fue afirmativa.

Después de requerir el consentimiento del obispo de La Plata, monseñor Juan N. Terrero, inmediatamente la viuda de Anchorena efectuó la compra en Azul de tres manzanas de terreno, comprendidas por las calles Guaminí, Buenos Aires (luego General Uriburu; actual Int. Prof. Rubén C. De Paula), Burgos y calle sin nombre (actual Falucho). Aunque finalmente las construcciones se acotarían a dos manzanas, Mercedes “se proponía invertir un millón de pesos en esta obra destinada a salvar innumerables almas”.

A fines de febrero de 1919, Mercedes estuvo recorriendo los terrenos adquiridos para levantar el asilo junto a su joven y viuda nuera, Leonor Uriburu, y el padre César A. Cáneva.

En una nota del periódico “El Ciudadano”, publicada el lunes 3 marzo de 1919, se brindaban algunos detalles de la obra a realizarse y se ponía el acento en el grave problema que vivía la sociedad azuleña: “El Asilo del Buen Pastor en el Azul. Una gran institución social. (…) En el Azul se ha extendido la inmoralidad, adquiriendo en estos últimos tiempos todos los caracteres de un verdadero flagelo que amenaza seriamente la familia de las clases proletarias. Según cálculos de algunos médicos, suman centenares las criaturas que sin ser núbiles requieren tratamientos médicos; y la policía registra en sus crónicas diarias también un gran número de intervenciones, por la contravención a las ordenanzas sobre la moralidad pública, debiendo decirse que hasta el presente las autoridades no han prestado mayor atención a ese servicio de vigilancia.

Esto así, el acto altruista de la señora Mercedes Castellanos de Anchorena, significa una verdadera solución, dada a un asunto cuya importancia creemos haber puesto de manifiesto. La obra que dentro de breve será emprendida, traerá incalculables beneficios para la dignidad social del Azul y en tal concepto, debemos todos prestarle nuestro más decidido apoyo.”.

El 12 de marzo de 1919 llegaron dos religiosas del Buen Pastor y se hospedaron en el Colegio de las Religiosas de la Inmaculada Concepción, quienes las recibieron con enorme amabilidad. Las Hermanas visitaron el solar y la parte que contenía una barraca (manzana que finalmente sería vendida y loteada años más tarde) y alguna edificación. Después de verificar la correcta marcha de las incipientes obras, regresaron a Buenos Aires satisfechas por lo que se estaba gestando en Azul.

El edificio debía contar con dos secciones: una con capacidad para 100 niñas pobres y la otra para idéntica cantidad de jóvenes necesitadas de rehabilitación moral. A su vez debía tener departamento para las Hermanas, Iglesia y todas las dependencias necesarias para funcionar intramuros. Mercedes puso un gran empeño para concretar su labor en Azul. Visitaba la ciudad con frecuencia o recibía información de manos del propio padre Cáneva o algún otro allegado. Escribió ella misma la lista de imágenes que debían colocarse en los coros y en los diversos departamentos. Nada escapaba a su ojo minucioso y meticuloso… 

Enormes legados

Entre otras obras, Mercedes impulsó la construcción de la Basílica del Santísimo Sacramento de Buenos Aires (célebre no sólo por su rica arquitectura sino también por su Custodia para la adoración perpetua de la Eucaristía de tres metros, la que obtuvo el premio “Hors Concours” en la Exposición Universal en París), donó y dedicó a la memoria de sus padres el Altar del Señor del Milagro en la Catedral de Salta (de estética neoclásica, con la utilización de los recursos eclécticos, la composición juega con algunos elementos de los órdenes clásicos de la arquitectura y la riqueza estética se complementa con la variedad de materiales que incorpora, desde mármol de Carrara al verde de Portugal, combinados con mármoles y piedras nacionales, a los que se incorporan bronces, plata y maderas policromadas) y parte de las instalaciones del Seminario Conciliar de Buenos Aires, inaugurado en 1897, en compañía del arzobispo Uladislao Castellano y del presidente de la Nación, José Evaristo Uriburu.

         Mercedes y su familia también realizaron valiosos aportes para la Catedral Basílica de los Santos Pedro y Cecilia (inaugurada el 12 de febrero de 1905), de la ciudad de Mar del Plata. Ella donó una de las cinco columnas que sostienen la nave mayor (las restantes fueron generosamente donadas por Josefina Leloir de Udaondo, Casiana Luro de Rouaix, el Dr. Santiago Luro y el “Bristol Hotel”). Por su parte, sus sobrinos, contribuyeron generosa y ampliamente. Rosa Irene Anchorena y su esposo, Juan Antonio Fernández, obsequiaron las tejas del techo, originarias de Viena, contratando, además, obreros para que las colocaran sobre una superficie total de 1.340 metros cuadrados. En tanto que Estanislada Eulalia Anchorena y su marido, Arturo Zacarías Paz Portuguez, donaron las baldosas del piso, las que fueron fabricadas en Inglaterra y son réplica de las del piso de la sala capitular de la Abadía de Westminster.

Contribuyó con el Monasterio de Madres Carmelitas Descalzas “Santa Teresa de Jesús” en el barrio porteño de Almagro y el noviciado de las hermanas del “Buen Pastor” en Caballito. Respaldó económicamente al Convento e Iglesia de los Franciscanos en Castellanos y el de las Hermanas Franciscanas Misioneras, ambas obras en la provincia de Santa Fe. Asimismo financió la refacción del Convento Franciscano en Santiago del Estero y otras tantas obras a lo largo y ancho de país. También entregó becas a jóvenes que eran aptos para ser admitidos por el Colegio Pío Latino en Roma. Y no dejó de sostener asilos y escuelas hasta en los rincones más recónditos de Argentina.

En “Hinojales”, Partido de Pila, Mercedes levantó una capilla dedicada a San Nicolás de Bari, y en 1920, en la tandilense estancia “La Azucena” levantó otra, en recuerdo de su hijo Emilio, consagrada al Sagrado Corazón de Jesús.

La repentina despedida…

La inauguración de la Parroquia del “Sagrado Corazón de Jesús” de Chillar se produjo el 25 de abril de 1920, día de San Marcos Evangelista. La imponente construcción, obra del arquitecto Martín C. S. Noel, fue erigida gracias a la generosa donación de Rosa Irene Anchorena de Fernández

            Asistieron a la celebración un gran número de familias de Benito Juárez, Olavarría, Azul y Tandil. Aquel día fue también la última vez que estuvieron juntas públicamente en tierras azuleñas Mercedes y su hija Josefina

El 1 de julio de 1920, Mercedes visitó las obras del “Buen Pastor” desarrolladas en Azul, acompañada de los constructores y a pesar del riguroso frío de aquella mañana, recorrió con ellos toda la casa, haciéndoles tomar exactas medidas, desde la portería, sacristías, salones de labores, coros, oratorios, el campanario, cómodas para ornamentos, oficinas, lavaderos, cocinas, etc. Hizo recomendaciones para que todo se ajustara al “gusto de las religiosas”.

Aquella gélida mañana, la destacada dama estuvo dos horas y media recorriendo y supervisando los avances de su nuevo proyecto benéfico. Tenía 79 años de edad, pero no se detuvo en ningún momento. Ni siquiera se sentó. Esa fue su última visita a Azul… Mercedes Castellanos de Anchorena falleció ocho días más tarde, el 9 de julio de 1920, en Buenos Aires. Tras un pomposo funeral, sus restos fueron sepultados en la Cripta de la Basílica del Santísimo Sacramento.

Dilecta colaboradora del padre Cáneva y, a través de él, benefactora singular de la Iglesia, los medios locales se hicieron eco de la noticia. Por su parte, “El Ciudadano”, en su portada del sábado 10, publicaba la noticia necrológica, pero sumaba un dato relevante sobre la donación que estaba a punto de concretar: 

Mercedes Castellanos de Anchorena.- En la madrugada de ayer falleció inesperadamente en su residencia de la Capital la respetable matrona Doña Mercedes Castellanos de Anchorena, dama virtuosa y ampliamente vinculada a la sociedad porteña.

La figura simpática de la extinta se yergue en los momentos sensibles de su muerte por el imperio de las virtudes que le adornaron así como por su larga gestión social, religiosa y caritativa que le caracterizaron robustamente.

En el Azul la señora de Anchorena deja una estela luminosa de su vida entregada a hacer el bien en la forma que ella lo creyó más efectivo. La iglesia parroquial débele parte de su magnificencia, pues en muchas ocasiones donó importantes sumas de dinero a ese objeto. La construcción del Buen Pastor, obra que está relativamente adelantada, es uno de los actos de su vida que más dignificarán su memoria, pues al desprendimiento que encarna su obra pía, se une el fin a que será destinado: proteger a la niñez desvalida ofreciéndole en su regazo, educación y aptitudes morales que les permitan ser después elementos aceptables en la sociedad y aptos para lucha por la vida.

La distinguida dama que nos ocupa estaba a punto de hacer entrega a la iglesia parroquial de un valioso altar mayor todo de mármol que creemos, está concluido y cuyo costo excede de noventa mil pesos. Ostentará esta obra de arte religioso, entre sus muchas bellezas cuatro santos también esculpidos en mármol, San Serapio, la virgen del Rosario protectora de la parroquia, San José y Sagrado Corazón.

Largo sería en tan breve nota necrológica catalogar la obra y vida de la malograda dama, que fue amplia y fecunda y basta para nosotros lo enunciado para establecer su grandiosidad.

Su muerte, desde luego, abre un vacío inmenso, difícil de llenar en los muchos menesterosos que han de llorar sentidas lágrimas ahora que su bienhechora se desprendió de los despojos mortales para remontarse a las regiones ignoradas donde si en efecto existe una recompensa eterna ella la ha ganado con creces.”.

La donación del Altar Mayor del templo azuleño fue concretada por Matilde Inés Ortiz Basualdo de Zuberbüler, a la memoria de quien fuera la impulsora y efectiva benefactora, su abuela, Mercedes Castellanos de Anchorena. Fue consagrado el 24 de mayo de 1921 por monseñor Luis Copello, obispo de Aulón, en una ceremonia que colmó la capacidad del templo. El periódico “El Ciudadano”, en su edición del sábado 28 de mayo de 1921, con una fotografía del flamante altar, detallaba:

“Es de pública notoriedad que mucho antes de fallecer la distinguida matrona doña Mercedes Castellano de Anchorena hizo donación a nuestra iglesia parroquial de un hermoso altar mayor, cuyo costo excede de 25.000 pesos.

Con dicha suma bien se podía esperar una obra de verdadero arte en la materia y en efecto el suntuoso altar todo de mármol blanco presenta un aspecto severo y elegante cuyas talladuras demuestran que manos de artistas efectuaron el trabajo con singular predilección.

La venida del obispo Monseñor Copello expresamente a bautizar el referido altar, dio a este acto relieves sobresalientes que marcan una verdadera etapa en el culto católico azuleño, pocas veces abocado a acontecimientos como el presente. La solemne ceremonia de la consagración del altar dio margen a brillantes cultos que presidió dicho prelado, dejando grata memoria en los fieles que las presenciaron, realzándolo con su presencia.

Una idea del hermoso conjunto que presenta esta obra litúrgica, de verdadero gusto artístico, lo da la siguiente fotografía en la cual se ven sus lineamientos más soberbios.”. 

Asimismo, diez años después de la muerte de Mercedes, su hija, Josefina Anchorena de Rodríguez Larreta, retomaría su labor en el “Buen Pastor” de Azul, culminándola efectivamente en 1946 con la inauguración de la Capilla “Sagrado Corazón de María”.

MÁS INFORMACIÓN EN: www.historiasypersonajesdelazul.blogspot.com

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