"Ellas y ellos estuvieron…" - Lía Cimaglia

Por Eduardo Agüero Mielhuerry.

Cultura y educación05/09/2024NdANdA
Lia Cimaglia

Lía Eutimia Ramona Cimaglia nació en Buenos Aires el 31 de agosto de 1906. Sus padres fueron Rosa Ernestina Pomato y Próspero Cimaglia. Fue bautizada en la Parroquia “Nuestra Señora de Balvanera”, el 28 de abril de 1912, cuando contaba casi con 6 años de edad. Tuvo, al menos, una hermana menor, llamada Rosa María Ana.

En su hogar, la música era costumbre esencial de la mano de su padre, nacido en Italia y arribado a la Argentina a finales del siglo XIX. Próspero era flautista, guitarrista, pianista, director de orquesta y hasta compositor de tangos. Desde antes del nacimiento de sus hijas, dirigió su propio conservatorio “Primera Academia de Mandolín, Violín y Solfeo”, formando también un Terceto y grabando con la discográfica “Columbia Records”.

            Llevando la música en la sangre, desde pequeña, Lía comenzó a mostrar su gran talento innato. Su primer maestro fue Alberto Williams, el afamado compositor argentino, director, editor, pedagogo y pianista que se destacó como una de las figuras más representativas de su generación, fundando y dirigiendo el “Conservatorio de Música de Buenos Aires”, donde tuvo discípulos que pronto se distinguieron como la propia Lía.

            Asimismo, la jovencísima pianista estuvo bajo la guía y tutela del argentino Celestino Piaggio, también gran compositor, director de orquesta y pianista, que había estudiado en la “Schola Cantorum” de París, y falleciera con apenas 44 años de edad en 1931.

            Demostrando su talento en cada ejecución, Lía también estudió con el polaco Jorge de Lalewicz, quien antes de arribar a la Argentina había iniciado sus estudios musicales en su país natal, profundizándolos en Rusia con grandes maestros y consagrándose a la docencia en los conservatorios de Odessa (Ucrania), Cracovia (Polonia) y Viena (Austria). En Buenos Aires sucedió en la Cátedra Superior de Piano del “Conservatorio Nacional de Música y Arte Escénico” al maestro Ernesto Drangosch. En su estudio se formaron reconocidos pianistas como la mismísima Lía Cimaglia, Pía Sebastiani, Silvia Eisenstein, Flora Nudelman, Pedro Alejo Sáenz Amadeo, Juan Schultis, entre otros.

Destinada a brillar  

            Contando con apenas 14 años de edad, en 1920, Lía realizó su primera aparición pública dando un recital que incluyó la “Fantasía cromática y Fuga”, de Bach; la “Sonata Nº 2” de Beethoven; una rapsodia de Liszt, y varias obras de Chopin. Sin embargo, su presentación profesional fue en un recital para la “Asociación Wagneriana” de Buenos Aires.

            En 1927 obtuvo el Primer Premio Municipal por su obra “Tres canciones argentinas”. Por entonces, comenzó a recorrer el interior de la provincia de Buenos Aires, deleitando a los espectadores de ciudades como Azul, Olavarría, Benito Juárez y Tres Arroyos. También visitaría Tandil y el “Teatro Español” de Coronel Pringles, dejando maravillados a los espectadores.

            Lía Cimaglia contrajo matrimonio con el arquitecto José Espinosa, domiciliándose en Tacuarí Nº 756 de la ciudad de Buenos Aires.

             Su luz comenzó a agigantarse y abrirse paso en los escenarios de todo el país. En 1938 actuó como solista por primera vez en el Teatro Colón de la ciudad de Buenos Aires, en un concierto dirigido por Juan José Castro.

            Sus selectos temas y la forma de “deslizarse” por el piano con sus gráciles manos reflejaron siempre sus cualidades y modales refinados. Su coquetería era llamativa, y aun participando en reuniones de sus más íntimos amigos y familiares hacía gala de un cuidadoso arreglo personal. Su fina estampa y su precisa y exquisita conversación convertían a cada recital en un momento único e incomparable, transmitiendo siempre una enorme paz interior ya fuera en una sala colmada o un acotado público.

Melodías para Azul

            Los días 2 y 3 de diciembre de 1938, ese mismo y magnífico año para sus recuerdos, Lía estuvo en Azul por tercera vez, acompañada por su madre ya que su esposo por razones laborales no pudo seguirla como habitualmente lo hacía. En la estación del ferrocarril la esperaron numerosos miembros de la Agrupación Artística Maná y vecinos en general, entre ellos María Aléx Urrutia Artieda, Alberto López Claro, Emilia Betinelli, Bartolomé Cirioli, Víctor Mayer, Mercedes Ramos Mejía, Pedro Ramírez Drake, Nélida Saint André, Leticia Ciancio, Isabel Marquestau, Julio Ramongassie y “Tito” Saubidet Gache.

            Dentro de las numerosas coberturas periodísticas realizadas en la ciudad, la del “Diario del Pueblo” -del sábado 3 de diciembre- resulta la más abundante en ricos en detalles:

            “Realizóse anoche el concierto de piano de Lía Cimaglia Espinosa. La visitante fue objeto de muchas atenciones.- Un magnifico aporte para la cultura artística local se ha cumplido anoche con la presentación de la celebrada pianista argentina señora Lía Cimaglia Espinosa que realizó su anunciado concierto en la sala del Teatro Español, ante nutrida concurrencia.

            Para los que gustamos seguir las actividades del arte, el solo anuncio de la visita de la destacada ejecutante, nos aseguró una velada de categoría, pues ya la conocíamos así como a su ascendente foja musical que es suficientemente categórica para consagrarla entre los privilegiados en el actual medio artístico argentino.

            Si, por lo contrario, lo ignoráramos al escucharla anoche hubieran bastado las primeras notas con que responde el teclado a la bien graduada presión de sus manos, para advertir que se está en presencia de una artista de elevado rango con una personalidad y talento netamente definidos.

            Nuestro público conocía ya a la pianista que nos ocupa, pues hace ya años nos visitó en dos oportunidades: la primera, recién dejada la adolescencia, actuó como solista, y la segunda en calidad de acompañante de la conocida cantante argentina señora Pini de Chrestía, inolvidables recitales ellos auspiciados por dos instituciones culturales hace tiempo desaparecidas.

            Los que hemos asistido anoche al desarrollo de su labor admiramos emocionados esa vocación musical tan bien orientada y cultivada que autorizadas críticas han consagrado muchas veces.

            Esta feliz ejecutante disfruta del completo dominio de sus medios interpretativos, mostrándonos su técnica depurada que nos da la pauta de su inobjetable jerarquía, su fina musicalidad, su sentir, todas pruebas de un deseo de superación constante, producto del arte cultivado robando horas al reposo y lo que es más, luchando a veces contra la mediocridad de cierto público que, como no sabe diferenciar valores, no da a cada uno el lugar que corresponde.

            Y es su personalidad toda de esa cautivante sencillez y simpatía que no sabe de recursos impresionistas, porque el arte de Lía Cimaglia Espinosa es para los que van a conciertos en busca de emoción y no para asombrarse.

            Artista respetuosa de las obras  que ejecuta no deja librado su decir a sus notables condiciones, sino que las estudia prolijamente y trata de compenetrarse con el espíritu del autor para ofrecerlo con suma fidelidad, siendo así que no hay sonido que emitan sus dedos fuera del matiz y acento exactos para los que el autor meditó y escribió, llegando a la feliz comprobación de haberse estado anoche frente a una escala de valores y efectos, rica, sutil y delicada que no muchos intérpretes poseen y que en nuestro medio hace ya tiempo no nos era dado disfrutar.

            El programa compuesto de autores clásicos, románticos y modernos fue cumplido con exquisita justeza: la primera parte constaba íntegramente de una sonata en la que Chopin nos dice sus delicadas confidencias a través de sus cuatro movimientos detallados con suma maestría. Luego escuchamos al gran romántico de ‘Carnaval’, Schumann, del que la concertista tradujo: ‘Elevación’ y ‘Novelletten’, conocidas páginas de rica inspiración vertidas con fina calidad. Y después Debussy, el gran músico francés, uno de los más firmes puntales de los creadores modernos. Tenemos una admiración especial para el compositor de ‘L’aprés midi d’un faune’ que reaccionó contra el virtuosismo del piano, arrancando al teclado sonoridades y efectos nuevos engendrando una escuela que reina hoy en toda audición de categoría. Escuela que caracteriza la aperlada digitación y empleo inteligente del pedal secreto de sonoridades fundidas y aterciopeladas. Del autor se ofrecieron: ‘La niña de los cabellos de lino’, ‘Fuegos de artificio’ y ‘Minstrels’, en las que Lía Cimaglia Espinosa impuso en grado sumo su arte singular, contando con los mejores sufragios de la sala.

            En la parte final hizo: ‘Habanera’ y el hermoso ‘Juegos de agua’ de Ravel, confirmando en estas páginas del contemporáneo autor de ‘Bolero’ sus valores múltiples. Con tres ‘Danzas’ finalizó el material programado: una del genial Iturbi, y previa versión de otra de Halffter, la intérprete nos ofrece una suya (‘Danza’ de ‘Impresiones Argentinas’) mostrándose en su aspecto de compositora que tiene en su haber obras de positivo valor: ‘Homenaje a Debussy’ y emotivas canciones folklóricas: ‘Botoncito’, ‘Dame la mano’, ‘Vidala’, ‘Idilios’, etc. y ‘La canción del Chingolo’ que ella nos hizo conocer en aquel lejano concierto con la señora Chrestía.

            El público acogió a Lía Cimaglia Espinosa otorgándole aplausos calurosos, solicitando composiciones fuera de programa dándonos una versión de ‘Vals en Do sostenido menor’, de Chopin, la ‘Cajita de música’ de que es autora y un ‘Estudio’ también de Chopin.

            La notable pianista embarca el 20 para Europa a disfrutar una beca cedida a sus méritos, y donde se perfeccionará al lado de los mejores maestros del viejo mundo, haciendo conocer allá nuestra música poco difundida, misión que creemos está en muy buenas manos.

            Esfuerzos como el realizado al gestionar la visita de la señora Cimaglia Espinosa merecen el aplauso que otorgamos a todos los que en él pusieron sus calidades y entusiasmos. (…).

            Anoche, luego de su brillante concierto, la señora Cimaglia fue invitada a concurrir al Refugio de Maná donde la recibieron calificadas familias integrantes de la entidad, quienes le hicieron objeto de significativos homenajes. Ofertó la recepción la señora Nélida Saint André de Ramírez Drake, en oportunos conceptos, agradeciendo la obsequiada, realmente emocionadas, con palabras de afecto para los manaistas y, particularmente, dijo, para la señorita Leticia Ciancio, a quien le une profunda amistad. Luego, el doctor Ronco y su señora esposa brindaron una recepción a la distinguida visitante en su residencia, concurriendo muchas familias y escuchándose a la brillante pianista en varias ejecuciones vocales de especial característica folklórica, brindándose finalmente una copa de champagne.

            Esta mañana a las 11 realizó un breve concierto en la residencia de la señorita Ciancio, para el alumnado de ésta, y más tarde concurrió al Casino del Regimiento Nº 2 de Artillería, donde le brindaron una recepción el jefe del cuerpo, Tte. Cnel. Moreno, y la oficialidad.

            Partió en el tren vespertino hacia Buenos Aires, despidiéndola una nutrida comitiva de admiradores.”   

            Vale aclarar que, en alguno de los tantos y brillantes espectáculos dados a sus círculos de amistades, había conocido al filántropo abogado Bartolomé José Ronco y a su esposa, María de las Nieves “Santa” Giménez. Aquella noche la concertista estampó su firma en el empapelado de una pared del estudio jurídico que “Don Bartolo” tenía en su mítica casona ubicada en la esquina este de San Martín y Rivadavia (conocida hoy como “Casa Ronco”, donde se atesoran las importantísimas colecciones cervantina y hernandiana).

            Como se anticipaba en la nota, finalizando diciembre de 1938, por medio de una beca de la Comisión Nacional de Cultura, viajó a Francia para continuar sus estudios en París y perfeccionarse con los pianistas Ives Nat, Alfred Cortot e Isidoro Phillipp. En la parisina Sala Pleyel obtendría un brillante éxito interpretando los Veinticuatro Preludios de Debussy, autor por el que sintió desde siempre profunda afinidad.

Por el mundo…

            Derrochando magnificencia, fue esencial la difusión que hiciera en la Argentina de obras fundamentales como los conciertos Nº 1 de Brahms, dirigido por Fritz Busch (1942); el Nº 2 de Rachmaninov con dirección de Fitelberg; “Rapsodia portuguesa” de Ernesto Halffter (1944); los conciertos Nº 2 y 3 de Francis Poulenc, con dirección de Alberto Wolff (1953); el de Benjamin Britten; “Concierto a Cinque” de Respighi; el “Choro” de Camargo Guamieri.

            Entre su repertorio se encontraba casi toda la obra pianística de Fauré, así como sus Cuartetos y Quintetos con piano; la integral de “Romanzas sin palabras”, de Mendelssohn; o los Preludios de Debussy. Asimismo, fue permanente su preocupación por incluir en sus conciertos obras de compositores argentinos y ello le significó estrenar numerosas producciones de sus compatriotas y difundirlas en el exterior. Visitó buena parte de América y Europa, habiendo actuado en Francia, España, Reino Unido, Italia, Alemania, Austria, Bélgica, Estados Unidos, México, Venezuela, Chile, Uruguay, Perú y Paraguay.

            También fue destacado su trabajo como compositora, con obras de cámara, para piano sólo o distintas agrupaciones, y más de cuarenta canciones para voz y piano, por algunas de las cuales recibiría el “Premio Municipal a la Interpretación y a la Composición”, poniendo música a poemas de su cuñado, el catamarqueño Juan Oscar Ponferrada, o de la afamada escritora chilena Gabriela Mistral.

Homenajeando a un grande de Azul

            En su trabajo titulado “Bio-bibliografía de Bartolomé José Ronco”, el historiador Guillermo Palombo describe un importante acontecimiento que tuviera lugar en Azul en el año 1948:

“El 11 de mayo, de ese año, a las 6 de la tarde, se llevó a cabo en el moderno Cine Teatro San Martín un homenaje a Ronco por la obra de cultura que realizaba y con motivo de su reelección para el 10° período consecutivo en la presidencia de la Biblioteca Popular de Azul. El acto de homenaje, que lo fue de la ciudad de Azul, fue organizado por una comisión encabezada por el Obispo diocesano Monseñor César A. Cáneva, el Intendente Municipal, e integrada, entre otros por Rafael Alberto Arrieta, Ignacio Garzón Ferreyra, Ismael López Merino, Eduardo Mallea, Pablo Rojas Paz, Tito Saubidet y Ricardo Piccirilli. Adhirieron todas las instituciones de Azul. Y el programa fue impreso con su retrato. 

Inició el homenaje el historiador azuleño profesor Ricardo Piccirilli, miembro de número de la Academia Nacional de la Historia, con su conferencia ‘La obra histórica, filológica y bibliográfica del Dr. Bartolomé J. Ronco’, donde dijo respecto del homenajeado: ‘Él vive entre sus libros y  papeles como otros en el taller o en los predios poblados de ganados’, lo consideró ‘azuleño por antonomasia’ y ‘sembrador que, con el sol alto todavía, está en el surco’, para finalmente calificarlo como ‘Señor de Callvumapuleovu’ y ‘caballero cruzado de las letras’. 

Después, la concertista Lía Cimaglia Espinosa ejecutó al piano dos ‘Estudios’ de Chopin (op. 10, núms. 3 y 6); el ‘Scherzo’ de Félix Mendelssohn; ‘Loreley’ y ‘Estudio appassionato’ de Franz Liszt; ‘Claro de Luna’ y ‘Preludio’ en la menor de Claude Debussy, ‘Nocturno’ en mi bemol mayor, e ‘Impromptu’ en fa menor de Gabriel Faure y, concluyó con el impactante ‘Estudio Patético’ del compositor ruso Alexander Scriabine. 

Finalizado el concierto, María Alex Urrutia Artieda dijo su poema ‘Mensaje cordial’, Enrique Carlos Squirru leyó su discurso y ofrenda en nombre de la comisión de homenaje, y el propio Ronco cerró el acto con sus palabras (…)”.

Consagrada 

            Toda su vida estuvo dedicada con pasión a la música, no solamente en su carácter de pianista, sino también como compositora y pedagoga. Entre sus composiciones se destacan composiciones para piano la “Suite Argentina”; tres preludios en Homenaje a Debussy; la suite “Recuerdos de mi tierra”, un poema para violín y piano, una leyenda para violoncelo y una égloga religiosa para coro, voz solista y órgano, así como más de cuarenta canciones para voz y piano.

            Compartió su actuación artística con la docencia, y desde sus cátedras en el Conservatorio Nacional de Música “Carlos López Buchardo” y en el Conservatorio de Música de Buenos Aires “Alberto Williams” contribuyó con especial dedicación a la formación de jóvenes pianistas, compartiendo con ellos toda su calidad artística e innata vocación.

            A los numerosos premios y distinciones obtenidos, pueden sumarse el “Premio internacional en el Año de la Mujer” por el Órgano Ejecutivo y Directivo del Congreso Universal, “Premio al Mejor Disco Argentino” de Buenos Aires otorgado por la crítica, “Premio Héctor Villa Lobos” por el museo que lleva su nombre y el Ministerio de Cultura y Educación del Brasil, y en 1982, recibió el “Gran Premio de Honor” de la O.E.A., en Washington, como reconocimiento a su carrera otorgado por primera vez a un intérprete argentino.

            También fue miembro del Directorio de la Sociedad de Autores y Compositores.

            El mismo “Círculo Femenino de Buenos Aires” que en 1969 distinguiera su trayectoria con la “Venus Dorada”, el 26 de agosto de 1972, en el Teatro Coliseo, le realizó un sentido homenaje al cumplir sus Bodas de Oro con la Música.

Adiós…

            “Tango 70” se trata de una de las últimas obras compuestas por Lía, luego de casi 20 años de inactividad compositiva. Fue publicada en 1975 por el Instituto Lucchelli Bonadeo. La obra consiste en un tango estilizado que posee “secciones de ritmo uniforme, progresiones armónicas por quintas y segundas descendentes, usando un color armónico con reminiscencias al impresionismo francés, una textura polifónica con fragmentos imitativos, un planteo cíclico de la forma de tipo rondó, y el uso de la tercera de picardía para concluir, mostrando elementos de filiación y herencia barroca”.

            En 1994 ofreció su concierto de despedida, en el “Círculo Italiano”, maravillando con la pulcritud de su estilo y sus cálidas y concisas palabras. Seguía teniendo la gracia y precisión de aquella jovencita que sólo cosechaba elogios y despertaba admiración.

            Lía Cimaglia Espinosa o simplemente Lía Cimaglia falleció, a los 92 años de edad, el 1 de noviembre de 1998. Sus restos fueron velados en su domicilio de la calle Tacuarí, y fueron sepultados en el Cementerio Jardín de Paz.

(AGRADECIMIENTO ESPECIAL A VIVIANA SAGARNA POR SU COLABORACIÓN PARA LA CONCRECIÓN DEL PRESENTE ARTÍCULO)

MÁS INFORMACIÓN EN: www.historiasypersonajesdelazul.blogspot.com

 

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