"Ellas y ellos estuvieron…" - Agustín Piaggio

Por Eduardo Agüero Mielhuerry.

Cultura y educación13/06/2024NdANdA
Agustín Piaggio

Agustín Piaggio nació el 23 de marzo de 1873, en Barracas al Sur (actual Avellaneda). Sus padres fueron los inmigrantes italianos José Piaggio y Catalina Camere. Fue bautizado el 5 de mayo del año de su nacimiento.

Siguiendo su ferviente curiosidad y proclive interés por la religión, ingresó al Seminario Conciliar de Buenos Aires para dar cauce a su temprana vocación. Entonces, a sus apenas 12 años de edad, habían calado profundamente en él las palabras del cura párroco de Barracas, Blas Pérez Millán.

Lúcido y con excepcionales cualidades, en 1888, fue enviado a Roma para continuar sus estudios de Filosofía y de Teología. En 1895 recibió la ordenación sacerdotal, y al año siguiente retornó a la Argentina para ser designado como Teniente Cura en Baradero (provincia de Buenos Aires).

Al Azul

A finales de 1896, Agustín Piaggiofue nombrado Cura Vicario de la flamante ciudad de Azul (declarada como tal un año antes). La historiadora Norma Iglesias, en su obra “La Casa de Dios. Historia de la Iglesia Catedral de Azul”, describe: “Escribió el padre Luis J. Actis que la presencia en Azul de un sacerdote de los quilates del Dr. Agustín Piaggio, se hizo sentir enseguida. En aquella hora, última casi del siglo XIX, teñida de tantas ideas nuevas, en que se pretendía alardear de incredulidad, conquistó, el nuevo sacerdote, innumerables simpatías.

            Era, según decían los diarios de la época, entre ellos “La Enseña Liberal”: ‘de palabra fácil y convincente, tenía ese don no común de captar con facilidad la voluntad hasta de los del campo contrario...’.

            Se retiró el padre Piaggio de Azul después de haber conseguido que se echase por tierra el nunca terminado tercer templo azuleño, que fue desde el comienzo ‘un verdadero adefesio’.”.

            La reconocida historiadora continúa: “El 14 de mayo de 1897, el Presidente del Concejo Deliberante de Azul dirigió al Cura Párroco Agustín Piaggio, la siguiente nota: ‘El Concejo Deliberante ha creído de su deber tomar la iniciativa para la realización del proyecto tan justo y desde hace tanto tiempo reclamado de dotar al Azul de un edificio para la Iglesia parroquial… Aún prescindiendo del espíritu religioso, siquiera por ornato, por culto a la estética, es evidente que la ciudad de Azul exige otro edificio para la Iglesia Parroquial, que reemplace al viejo y ruinoso actual, que es hasta una amenaza constante para los que concurren al templo, resolviendo formar una Comisión integrada por los Señores Ángel Pintos, Ceferino Peñalva, José Berdiñas, Pablo Laclau, Pedro Maschió, Alejandro Brid, Martín Abeberry, Joaquín López, Ruperto Dhers y Agustín Piaggio...’.”.

            Tal como describe la investigadora: “En base a un informe del ingeniero Corti sobre el estado de la iglesia, el padre Piaggio pidió a la Municipalidad, ‘para evitar una catástrofe’, que se procediera a la demolición del viejo edificio, que había sido ya clausurado.

El 18 de mayo de 1899, el periódico ‘El Imparcial’ decía: ‘A fines de esta semana o en la otra sin falta, se empezará la demolición de nuestra fea y sucia iglesia’.”.

            En su exquisito trabajo, Iglesias explica que desde el Municipio se asignó una partida para alquilarle una casa habitación y oficina al padre, Dr. Piaggio. Y sobre los pasos que se siguieron para la planificación de la actual Catedral explica: “El proyecto presentado fue aceptado por el presbítero Piaggio y por el Concejo Deliberante. También lo fue por el Departamento de Ingenieros de la Provincia, con la observación de la necesidad de la ampliación del terreno a edificar, pues las medidas del que por entonces disponían perjudicarían la estética de la obra y significaría una desproporción entre la altura y el largo del edificio, siendo necesarios 10 metros más.

Al respecto el padre Piaggio informó que existía un lote detrás de la Iglesia que estaba en venta, agregando ‘Tal vez no sea onerosa la compra’. El Obispo de La Plata escribió al Cura Párroco: ‘Hemos visto los planos, que nos han gustado mucho, solo tenemos que objetar que el terreno es corto’.

Evidenciada la necesidad de adquirir diez metros más de fondo, resolvieron y aprobaron, el Concejo Deliberante y el Intendente Municipal, la adquisición del lote perteneciente a Francisco Mallet, en la suma de 12.500 pesos.

Con fecha 2 de febrero de 1899 se celebró entre el Cura Vicario de Azul, el padre Piaggio, y la empresa ‘José Miró y Cía.’, con domicilio en la Capital Federal, un contrato por el cual la empresa contratista se obligaba a construir el templo y la casa parroquial de Azul, de acuerdo con los planos presentados por los ingenieros Ochoa, Pittman y Thomas, nombrándose director de la obra al ingeniero Juan Ochoa”.

La abjuración de Ruperto Dhers

El 3 de noviembre de 1897 falleció en Azul el reconocido vecino Ruperto Tiburcio Dhers. Un recuadro en un diario de la época reza:

“Ruperto Dhers falleció el día 3 del corriente (...) su esposa Magdalena D. de Dhers, sus hijos Lucila, Ruperto J. y Rosalía (...) invitan a sus relaciones a acompañar los restos del extinto a su última morada, mañana 5 a las 10 AM. En nuestra iglesia Parroquial se celebrara una misa de cuerpo presente a las 9 AM. Casa mortuoria, Alsina 164. El duelo se despedirá por tarjeta”

Una cruz católica presidía el recuadro que daba la triste noticia sobre quien era en Azul un vecino verdaderamente prestigioso y quien además en los últimos meses había formado parte de la Comisión para la construcción del que sería el nuevo templo (nuestra actual Catedral). Una nota del 14 de mayo de 1897, dirigida por el Presidente del Concejo Deliberante de Azul al cura párroco Agustín Piaggio, decía lo siguiente:

“...El Concejo Deliberante ha creído de su deber tomar la iniciativa para la realización del proyecto tan justo y desde hace tanto tiempo reclamado de dotar al Azul de un edificio para la Iglesia Parroquial...

Aun prescindiendo del espíritu religioso, siquiera por ornato, por culto a la estética, es evidente que la ciudad de Azul exige otro edificio para la Iglesia Parroquial, que reemplace al viejo y ruinoso actual, que es hasta una amenaza constante para los que concurren al templo, resolviendo formar una Comisión integrada por los Señores Ángel Pintos, Ceferino Peñalva, José Berdiñas, Pablo Laclau, Pedro Maschio, Alejandro Brid, Martín Abeberry, Joaquín López y Ruperto Dhers...”.

Ruperto Dhers, muy poco antes de morir se había “reconciliado” con la Iglesia. Su esposa y el Sacerdote, cuando su enfermedad empeoró y viendo lo improbable de su mejoría, insistieron para que abandonase sus paganas convicciones. Así describe Piaggio lo ocurrido en una carta que le envió al arzobispo de Buenos Aires, Uladislao Castellano:

                                                                                                                                      “Azul, Noviembre 12 de 1897                                                                                                 Ilustrísimo y Reverendísimo Sr. Dr. Don Uladislao Castellano                                                                                                                                                          Arzobispo de Buenos Aires

Excelentísimo Señor:

 A mediados del mes pasado enfermó gravemente en esta parroquia un conocido masón grado 33.·.y que había sido venerable .·., si bien hacía tiempo que no frecuentaba las logias. Aprovechando la amistad que a él me unía, pues era secretario de la comisión para la construcción del nuevo templo resolví con la ayuda de Dios reconciliarlo con la Iglesia Católica, lo que felizmente obtuve ayudado por su misma familia. Como estaba imposibilitado para firmar la retractación que es necesaria en estos casos; atendidas las circunstancias y especialmente el estado de ánimo del enfermo juzgué suficiente que, antes de recibir el Santo Viático ordenara a su esposa delante de otro testigo de que me entregara una vez fallecido todas las cosas pertenecientes a la masonería; pues si sanaba él mismo personalmente quería entregármelas lo que no hacía en ese momento por no tenerlas a mano. Falleció de hecho el tres del corriente y como era público y notorio que había muerto reconciliado con la Iglesia recibiendo todos los auxilios de la religión, creí conveniente darle sepultura eclesiástica con cierta pompa exterior para común edificación.

                                    Hoy me he presentado a la viuda exigiendo el cumplimiento del mandato del difunto de entregarme todos los papeles etc., pertenecientes a la masonería y me informa que un cuñado suyo cometiendo un abuso de confianza en momentos en que un hermano suyo examinaba los documentos que se guardaban en la caja de fierro y estando ella ausente, se ha apropiado de los papeles de la masonería que se guardaban en la misma caja y como es masón no quiere entregarlos: de modo que la viuda sólo me ha entregado la banda y el mandil que estaban en otro armario.

                                    Esto puesto; suplico encarecidamente a su Excelencia Reverendísimatenga la amabilidad de contestar a las siguientes preguntas: ¿Debo darme por satisfecho con la banda y el mandil? ¿Cómo debo preceder? Esta banda y mandil ¿debo remitirlos a su Excelencia Reverendísima? ¿O debo quemarlos? ¿O puede su Excelencia Reverendísima autorizarme para que los conserve como una curiosidad?

                                    Esperando de su bondad se servirá disculpar la molestia y contestar a mis preguntas me es grato saludarlo con el más profundo respeto. 

                                    De Vuestra Excelencia Reverendísima obediente hijo en Xto(Cristo) 

                                                                                                                                                Agustín Piaggio  -  Cura Vicario”

Unos días después la respuesta llegó. Una carta con poca formalidad y escasa prolijidad hace pensar que lo hecho por el padre Piaggio poco sorprendió al Arzobispado de Buenos Aires. Sin embargo, nada imposibilitó que las órdenes fueran claras y precisas.

                                                                                                                                                         “Noviembre 15, 1897.

Habiendo hecho el Sr. Cura del Azul todo lo posible para obtener todos los documentos pertenecientes al masón convertido y que acreditaban este título, aunque sin resultado, dése por satisfecho y en cuanto a las insignias que conserva en su poder, proceda a su destrucción inmediata.

Comuníquesele esta resolución por Secretaría.

                                                                                                                                             Juan N. Ferrere - Vicario General                                                                                                                                         Así lo comuniqué en la misma fecha.                                                                                                                                                                                         Duprat”

Evidentemente, el padre Piaggio no cumplió con las órdenes que le fueron impartidas y dicha desobediencia permitió que al menos la banda (y la medalla que no se menciona en los textos pero se presume de la misma procedencia), llegara hasta nuestros días como un mudo testigo de los conflictos que se suscitaron en nuestra ciudad entre la masonería y los diversos sacerdotes que condujeron a la feligresía azuleña, piezas que hoy están resguardadas en el Seminario Diocesano de Azul.

Las dudas de Piaggio

Poco después, el 27 de abril de 1898, el padre Piaggio pidió su traslado a la Arquidiócesis de Buenos Aires, pero el Obispo de la Plata, monseñor Mariano Antonio Espinosa, no aceptó la renuncia y le dijo que “procure empezar cuanto antes la obra del templo”. A su vez el intendente Municipal, Dr. Ángel Pintos también le pidió que no se retire del Azul, pues “sacerdotes con sus condiciones morales e intelectuales son una necesidad para la religión católica”.

Un año más tarde volvió a insistir Piaggio y el 13 de abril de 1899, elevó su renuncia con carácter indeclinable, pidiendo pasar a la Arquidiócesis de Buenos Aires, pues según decía “no sirvo para Cura Párroco”. Fue aceptada su solicitud y el sacerdote emprendió su viaje a Buenos Aires pocos días después. El periódico “El Imparcial” despedía así al sacerdote: “El señor Piaggio por su probada inteligencia y virtudes religiosas ha despertado en toda la población simpatías tan arraigadas que se puede asegurar que era la persona indicada para llevar a feliz término la obra del templo proyectado.”. La construcción se detendría temporalmente…       

Otros lares…

En 1899 fue designado Capellán del Asilo San Vicente de Paul y en 1900 fue nombrado en la Curia de Buenos Aires, donde actuó apenas dos meses. Pasó luego como Teniente Cura a la iglesia de La Piedad en el barrio de Congreso y, más tarde, fue director espiritual del Círculo Católico de Obreros de San Telmo, hasta 1907.

En 1902 ingresó como Capellán de la Marina de Guerra, y en 1904 acompañó, como tal, el primer viaje de instrucción de la Fragata Sarmiento. Fue una larga travesía por los mares del mundo, que reiteró en 1924. Antes de su primer gran viaje, el padre Agustín Piaggio regresó de visita a Azul, el 17 de marzo de 1903 y “El Imparcial” así lo describía:

            “Ha sido un gran acontecimiento social el acto de recepción del padre Piaggio, realizado el domingo en la Estación del Ferrocarril de Sud. Una numerosa y distinguida concurrencia llenó el andén, y al descender del tren el viajero pudo darse cuenta de las simpatías conquistadas en Azul. No falta ninguno, según veo, decía el Dr. Pintos.

El tren llegó a las tres de la tarde. Un calor bochornoso, insufrible soportaba la ciudad, pero ello no impidió que se formara una comitiva de más de cien personas para acompañarlo, de a pie, hasta la plaza Colón, mientras la banda de música marchaba adelante ejecutando un aire marcial.

Llevaba el sacerdote en las bocamangas de la sotana tres hermosos galones de oro, al tiempo que marchaba con paso militar. A su lado el Dr. Pintos, Intendente Municipal.

Las veredas estaban llenas de gente, que se descubrían con respeto para saludar al ilustre huésped.

La comitiva lo acompañó hasta el Hotel Argentino, donde se le había preparado el alojamiento.

Después de dos horas de recibir visitas, resolvió dar un paseo en coche por la ciudad, acompañado por el Dr. Pintos y el señor Joaquín López”.

A la Casa del Padre

Entre tantas labores, tradujo del italiano la “Historia de Cristo” de Giovanni Papini y del francés “La Religión Demostrada” de Hillaire. Con motivo del Centenario de la Revolución de Mayo, ganó un concurso con un trabajo titulado “Influencia del Clero en la Independencia Argentina”.

También se destacó en su labor historiográfica. Planeaba escribir un comentario histórico completo de las Actas del Congreso de Tucumán. Llegó a publicar apenas una parte. Al momento su muerte, se hallaba trabajando en base a 3.000 fojas (unas 6.000 páginas) de documentos originales que le había facilitado en préstamo el gobierno de la Provincia de Buenos Aires. A tal punto llegaba su prestigio y su confiabilidad.

Otra iniciativa de Piaggio fue la realización, para el centenario de la Declaración de la Independencia en 1916, de una placa artística fundida en bronce, con los nombres de los sacerdotes católicos que habían participado en las primeras asambleas patriotas, entre 1810 y 1816. La propuesta de Piaggio era que la placa luciera en la fachada de todas las iglesias importantes del país. Aún hoy puede verse en muchas de ellas.

Por su activo desempeño pastoral y por su probado saber, la Santa Sede le concedió los títulos de “Camarero Secreto” y de “Prelado Doméstico de su Santidad”. Además, en 1920, la Santa Sede le confirió el grado de Doctor en Sagrada Teología.

Agustín Piaggio falleció en Buenos Aires, el 2 de junio de 1926. Sus restos descansan en el Cementerio de la Recoleta.

MÁS INFORMACIÓN EN: www.historiasypersonajesdelazul.blogspot.com

 

Te puede interesar
Lo más visto
Copyright noticiasdeazul.com