"Ellas y ellos estuvieron…" - Marcelo Torcuato de Alvear

Por Eduardo Agüero Mielhuerry.

Cultura y educación 27/06/2024 NdA NdA
Marcelo Torcuato de Alvear

Máximo Marcelo Torcuato de Alvear nació en Buenos Aires el 4 de octubre de 1868. Sus padres fueron Torcuato de Alvear y María Elvira Dolores Pacheco. El matrimonio tuvo siete hijos pero sólo sobrevivieron Carmen, Ángel, Carlos y Marcelo.​

Estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires y en 1891 obtuvo en la Universidad de Buenos Aires su doctorado en Jurisprudencia. Inmediatamente, la política se convirtió en un fuerte atractivo para él, trabando en ese “mundillo” amistad con personalidades como Leandro N. Alem e Hipólito Yrigoyen.

Como muchos jóvenes, Alvear fue partícipe de ejercicios bélicos ante un eventual conflicto armado con Chile. Así, en su breve paso por el ejército llegó al grado de teniente coronel.

Alvear tuvo una destacada actuación al organizar con éxito el meeting en el Jardín Florida el 1 de septiembre de 1889, reunión que ayudó a popularizar entre la juventud porteña a Leandro N. Alem y en la que se ideó la “Revolución del Parque”.

Inmediatamente después, comenzó a trabajar como secretario de Alem; a su vez fue vocal y luego presidente del Club del Socorro, miembro de la Comisión Directiva de la Unión Cívica y secretario de su Comité Nacional.

A mediados del año 1891 se produjo la división de la Unión Cívica, entre los partidarios de Leandro N. Alem y los de Bartolomé Mitre; Alvear eligió quedarse del lado de Alem, y fue uno de los firmantes del manifiesto de 2 de julio de ese año, acta fundacional de la Unión Cívica Radical.

El ministro de la Revolución del ’93

Durante la tarde del 30 de julio de 1893 un emisario le informó al joven que se encontraba en el palco del Teatro Lírico, que en media hora debía partir para participar de la revolución radical. Se retiró en horas de la noche, y con la ayuda de Aurelio Bagú como guía junto a otros jóvenes tomaron la comisaría de Temperley. Tres días después llegó Hipólito Yrigoyen con 1500 hombres luego de sublevar todo el centro de la provincia de Buenos Aires, habiendo iniciado las acciones en Azul.

Juan Carlos Belgrano -vinculado familiarmente a Azul-, fue designado como gobernador y nombró a Alvear ministro de Obras Públicas. Pero el gobierno apenas duró nueve días. La revolución fue aparentemente vencida…

La voz del amor…

En 1898, Alvear conoció a la soprano portuguesa Regina Pacini cuando ella estaba dando una temporada en Buenos Aires. Sin embargo, su primer intento de conquistarla fracasó. Empecinado, Alvear partió hacia Europa decidido a ir tras la cantante, llegando incluso a seguirla por varios países. La “persecución” duró ocho años. Finalmente, se casaron el 29 de abril de 1907 en la iglesia lisboeta de Nuestra Señora de la Encarnación. 

Desde aquel momento, gracias a la herencia millonaria que poseía Alvear, el matrimonio vivió sin ocupación conocida radicado en París.

El “Niño rico” y los deportes

Marcelo practicó la mayoría de los deportes que existían en su época, habitualmente acompañado por su amigo Jorge Newbery. Frecuentaba la Sociedad Deportiva como también el Bois de Boulogne en donde montaba a caballo, practicaba natación y fundó con ayuda de otros miembros el salón de esgrima del Jockey Club; además hizo boxeo en la casa del doctor César Viale. Asimismo, fue un audaz corredor de automóviles y un eximio tirador con armas de fuego.

Alvear versus Cassoulet

Las Damas de la Sociedad de Beneficencia llevaron a cabo, con la ayuda de los primeros propietarios de automóviles, un espectáculo a beneficio del “Asilo Siglo XX”, en el cual, como plato fuerte, se llevaría a cabo una serie de carreras sobre la recta principal del desaparecido Hipódromo Nacional (en el Barrio de Núñez, en parte sobre la actual cancha del Club River Plate).

El evento se realizó el día sábado 16 de noviembre de 1901, alrededor de las 4 de la tarde. Se inscribieron cinco corredores, y uno de ellos, Marcelo T. de Alvear se inscribió en dos de las categorías disponibles. La primera fue para automóviles de hasta 500 kilos, con un recorrido en línea recta de 1.000 metros, siendo reservada la segunda categoría para vehículos de  peso libre y con un recorrido a cubrir de 3.000 metros. Tanto automóviles a vapor como a gasolina podían inscribirse en ambas categorías, mientras que los automóviles eléctricos solo podían competir entre sí, al igual que los triciclos mecánicos, abriendo la primera de las competencias.

Lamentablemente, la primera prueba, reservada para las máquinas de tres ruedas, debió suspenderse, por no anotarse participantes.

La segunda prueba, reservada para coches de hasta 500 kilos de peso, se corrió con cuatro competidores. Estos fueron los señores Juan Abella, Marcelo T. de Alvear, Eguisto Gismondi y Juan Cassoulet (vinculado familiar y comercialmente con Azul). La carrera estuvo a la altura de lo esperado por todos, y fue ganada por nuestro coterráneo, conduciendo un “Rochester” a vapor. Pero la exigencia fue tal, que al llegar a la meta, debido a la falta de presión en la caldera, comenzó a incendiarse, llegando Cassoulet a apagar el fuego, retirando los asientos acolchonados para evitar una verdadera desgracia.

Mientras tanto, el coche de Alvear, debido a la fuerza del motor al ser acelerado de manera excesiva rompió la cadena de transmisión, quedando muy limitado para ofrecer una velocidad más exigente.

La velocidad del ganador fue de casi 74 Km/h, tardando 49 segundos en completar la distancia, recibiendo como premio, una cigarrera y una fosforera, ambas de plata 900 labrada (preservadas en la actualidad en el Museo Fangio de la ciudad de Balcarce).

La última carrera de la tarde, con peso libre y con 3.000 metros para cubrir contó con dos participantes: Aarón de Anchorena y Marcelo T. de Alvear. El primero utilizó un “Panhard & Levasseur”, mientras que el otro condujo un “Locomobile” a vapor, con el que logró desquitarse y ganó la carrera…

Alvear versus Bardi

En otro ámbito, Alvear llegó a coronarse como el mejor tirador de revólver a 50 metros, además de realizar tiro al blanco con máuser y pistola. Participó del Campeonato Mundial de Tiro de 1903 en Buenos Aires, ganado la medalla de bronce. Fue cofundador del Tiro Federal Argentino, además de haber integrado las primeras comisiones directivas.

De joven, Alvear era un tirador deportivo exitoso, ganando una medalla de oro por equipos en la pistola libre de evento en el Campeonato Mundial mencionado, celebrada en Buenos Aires. Él recibiría también una medalla de plata por equipos en la edición de 1904 en Lyon, Francia.

El edificio primitivo del Tiro Federal de Azul, que tenía la apariencia de una fortificación pétrea y almenada, fue inaugurado con una importante celebración el 9 de julio de 1902 con la presencia del ministro Pablo Riccheri en Azul. Desde entonces, la práctica dominical del tiro se hizo regla inquebrantable entre muchos azuleños, que tuvieron en dos tiradores de la época, los señores Gregorio Motti y Agustín Bardi, cultores capaces, que resultaron vencedores del sexto premio, en el concurso nacional de tiro, celebrado en la Capital Federal, bajo los auspicios del Ministerio de Guerra. Consistía el premio en dos medallas de plata donadas por el Tiro Federal Azuleño. 

Hubo una oportunidad en la que Marcelo T. de Alvear y Agustín Bardi se enfrentaron oficialmente en la Capital Federal. Así, en una competición individual, con revólveres de origen estadounidense Colt New Service, calibre 11.5 mm de seis disparos, Bardi venció en excelente forma a uno de los mejores tiradores de la época.

Diputado y Embajador

En 1912 se sancionó la ley Sáenz Peña, de voto universal, secreto y obligatorio y fue aplicada en los comicios para renovar diputados, de modo que la U.C.R. decidió levantar su tradicional abstencionismo. El aguerrido partido ganó, entre otros lugares, en la ciudad de Buenos Aires, convirtiéndose Alvear en diputado. 

En las elecciones de 1916 la Unión Cívica Radical ganó por amplio margen con la fórmula Yrigoyen-Martínez. El nuevo presidente le propuso a Alvear ser Embajador en Francia, cargo que aceptó y conservó hasta 1922. 

Durante el lustro que duró la Primera Guerra Mundial, Alvear cumplió misiones para ayudar a los aliados en París, donando junto a su esposa un hospital de guerra y un banco de sangre, donde ella se encargaba de atender a los heridos.

Flamante Presidente de la Nación

Ante las disputas en el seno del radicalismo y pese a las evidentes diferencias ideológicas con Hipólito Yrigoyen –quien sorpresivamente lo respaldó-, en marzo de 1922, la Convención Nacional de la U.C.R. eligió a Alvear como candidato a presidente, acompañado por Elpidio Gónzalez como vice. El binomio triunfó sobre la fórmula Piñero-Núñez en las elecciones del 2 de abril de 1922. Finalmente, el 12 de junio, 235 electores radicales sobre 88 opositores, consagraron como presidente de la Nación a Alvear, que aún residía en Francia. En septiembre retornó a la Argentina; a su llegada fue recibido por su predecesor, Yrigoyen, con quien se abrazó en la cubierta del barco que lo traía de regreso.

Primordialmente obras públicas y culturales

Marcelo Torcuato de Alvear asumió el 12 de octubre de 1922. La expansión económica que experimentó la Argentina durante el periodo conocido como “República Radical” (1916-1930), ​con un crecimiento promedio anual del 8,1 %, sigue siendo considerado como uno de los ciclos de mayor crecimiento económico en la historia del país.

A diferencia de su antecesor, Alvear siempre procuró estar presente en las ceremonias, inauguraciones y en toda clase de eventos sociales. En materia de obras públicas se inició la construcción del Ministerio de Hacienda, de Obras Públicas, de Guerra y Marina y el edificio del Banco Nación en Plaza de Mayo. Fomentó también la cultura, con la construcción de teatros, museos y varias instituciones artísticas. Básicamente, se inauguraron más obras públicas en su gestión que durante la de cualquiera de sus antecesores.

Tal era su pasión por los deportes que, el 31 de diciembre de 1923, firmó un decreto creando el Comité Olímpico Argentino y así resolvió la concurrencia de Argentina a los Juegos Olímpicos por primera vez al año siguiente.

Creó el Conservatorio Nacional de Música, y por medio de un decreto fundó el Departamento de Artes Musicales y Sonoras. Además creó los cuerpos estables del coro, orquesta y ballet para el Teatro Colón. Por iniciativa de su esposa, motivada por los recuerdos de los tiempos difíciles que tuvieron que pasar sus padres, se le ocurrió fundar una institución que los protegiera, dando inicio a la Casa del Teatro. 

Alvear fue uno de los socios fundadores de la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos (SAAP), una institución sin fines de lucro, la cual fue testigo de varias corrientes artísticas en todas las disciplinas de las artes visuales.

​El 5 de septiembre de 1927 se fundó Aeroposta Argentina S. A. —filial de la Compagnie Genérale Aéropostale de Francia— para transportar correspondencia desde y hacia la Patagonia y países vecinos. Desde marzo de 1928 prestó también servicios hacia Europa.

En 1928, Alvear inauguró el Palacio de Correos y recibió el primer avión construido por la Fábrica Nacional de Aeroplanos, un Avro Gosport. El 6 de septiembre de ese mismo año comenzaron las obras de construcción del subterráneo Lacroze (actual línea B de subte).

En septiembre se llevó a cabo por primera vez una Feria del Libro de Buenos Aires, antecedente remoto de la posterior Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

Al acercarse las elecciones presidenciales de 1928, la U.C.R. se dividió en dos partidos políticos: por un lado, los seguidores de Yrigoyen impulsaron al propio caudillo como candidato a presidente junto a Francisco Beiró;​ por otro lado, la U.C.R.A. (antipersonalista), presentó la fórmula Leopoldo Melo-Vicente Gallo. Por la oposición, los conservadores liderados por Julio A. Roca decidieron abstenerse y apoyar a los antipersonalistas. La victoria de Yrigoyen fue aplastante con el 62 % de los votos.

Tiempos turbulentos

Una vez finalizado su gobierno se radicó en París. En abril del ’31 regresó y se entrevistó con el presidente de facto, el general Uriburu, quien le dijo que podría volver a acceder a la presidencia, siempre y cuando le garantizase que en su lista no hubiese yrigoyenistas. Pero Alvear rechazó esa propuesta y comenzó las gestiones para unificar el radicalismo. Mientras Hipólito Yrigoyen seguía preso, los radicales reabrieron los comités…

Desde su presidio en la isla Martín García –donde también había estado preso el propio Alvear-, Yrigoyen pidió a los radicales “personalistas” que se mantuvieran unidos bajo el manto de Alvear; paradójicamente los yrigoyenistas llegaron a ser más fieles a Alvear que sus antiguos colaboradores “antipersonalistas”.

El radicalismo logró vencer en las elecciones provinciales de noviembre de 1935, y en los comicios de marzo del año siguiente, en que se renovaron 82 bancas de diputados, Alvear salió a hacer campaña por las provincias. El radicalismo logró ganar en Santa Fe, Buenos Aires, Córdoba y Entre Ríos.​ Dichas victorias alertaron al conservadurismo…

Alvear realizó diversas giras partidarias por todo el país, acompañado por jóvenes radicales que más tarde fueron políticos destacados como Ricardo Balbín y Crisólogo Larralde.

En el Español

Luego de pasar, vía General Lamadrid, por Bahía Blanca y Olavarría donde proclamaron la fórmula radical, el ex presidente de la República y presidente del Comité Nacional del Radicalismo doctor Marcelo T. de Alvear y los candidatos a gobernador y vice, doctores Honorio Pueyrredón y Mario Guido, junto a una nutrida comitiva arribaron a nuestra ciudad el domingo 13 de octubre de 1935.

En el Paraje “La Colorada”, un importante grupo de correligionarios esperaba a los viajeros y desde aquella zona, en caravana, los acompañaron en su ingreso a la ciudad. Los visitantes cenaron en el “Hotel Colón”. 

El azuleño candidato a diputado provincial Luis F. Dours abrió la Asamblea Cívica en el Teatro Español con un vibrante discurso ante una sala colmada.

Luego habló Alvear. Inició su discurso evocando su primer viaje a Azul cuarenta años antes, en 1895, cuando integraba una división del Ejército que se dirigía a la concentración de Curumalán ante el conflicto limítrofe que se había desatado con Chile. Alvear recordó: “En esa oportunidad un peligro exterior amenazaba la tranquilidad de la Patria; vestía entonces uniforme militar; hoy desaparecida ya la perturbación exterior, pero transformada esta en un peligro interno, vuelvo a Azul, con mi uniforme no menos digno de ciudadano”. Se refirió, luego, al triunfo electoral del 5 de abril de 1931 en plena dictadura, destacando que ella constituía una de las fechas de gloria para el radicalismo a pesar de la anulación de los comicios. A continuación se ocupó de la situación anormal de las provincias puntualizando el fraude de Corrientes y el caso de intervención a Santa Fe.

Calificó duramente al gobierno nacional, al que comparó, por oposición al dicho popular de que es una nave con ocho velas y un timonel, de que en este caso “es una nave con una vela, el presidente, y ocho timoneles, navegando de acuerdo al rumbo que le imprime cada timonel”. 

Para culminar, Alvear se refirió en términos generales a la política equivocada del general Justo y sus ministros, cosechando a su terminación una verdadera ovación.  

Posteriormente hablaron el Dr. José Pascual Tamborini; el Dr. Honorio Pueyrredón; el azuleño candidato a diputado nacional Ismael López Merino;  el platense, candidato a diputado nacional, Emir Mercader; y finalmente cerró el acto el jefe del radicalismo local, el doctor Juan Prat, quien recibió una prolongada ovación.

Después del acto, Alvear partió en tren hacia la ciudad de Buenos Aires y los doctores Pueyrredón y Guido pernoctaron en nuestra ciudad para viajar a Tandil al día siguiente.

Formalmente por segunda vez en Azul…

Luego de haber pasado por Dolores, Maipú, Ayacucho y Tandil, Marcelo T. de Alvear llegó a nuestra ciudad oficialmente por segunda vez. El domingo 15 de agosto de 1937 volvió a pisar las tablas del Teatro Español, pero en la ocasión lo hizo como candidato a Presidente de la Nación encabezando la fórmula junto a Enrique M. Mosca.

            Entre la nutrida comitiva que lo acompañaba se hallaban Alejandro Leloir, Honorio Pueyrredón, Juan Isaac Cooke y el joven dirigente Ricardo Balbín.

            Como había ocurrido en la visita anterior, hizo uso de la palabra el doctor Juan Prat, aunque en esta ocasión él fue el encargado de abrir el acto. Luego habló el doctor Alvear:

            “Van a ser pronto dos años que tuve el honor de ocupar esta misma tribuna en el pueblo de Azul. Tuve ese alto honor y vi a este pueblo vibrante, entusiasta y decidido en vísperas de elecciones que todos deseábamos tranquilas y limpias.

            No necesito recordarles lo que en ellas pasó. Pero el radicalismo es de tal naturaleza que parecería que más se le oprime, más se yergue, más fuerza y más empuje tiene.

En aquella oportunidad os hablé de la situación que amenazaba a la República; los hechos probaron lo justificado de mis inquietudes de entonces.

Os dije, si no recuerdo mal, que el Presidente de la República estaba haciendo una economía dirigida; esa economía dirigida traía como consecuencia fatal una política dirigida y que la política dirigida acaba siempre en una dictadura. 

Muy bien señores, hoy estamos en esa dictadura. (…).

Es que, señores, al Presidente de la República no le ha bastado hacer una política dirigida: ha estado empleando en el último tiempo un confusionismo dirigido. 

Ha querido engañar a la opinión haciéndole creer que deseaba grandes y patrióticas soluciones nacionales, porque entendía, juzgando a los adversarios con su propia medida, que los hombres de los otros partidos no habían de tener un móvil patriótico semejante al que él se atribuía.

Y cuando los dirigentes del partido radical le dijeron: bienvenida sea cualquier solución nacional que garantice la normalización del país, entonces cayó víctima de su propia maniobra y tuvo que confesar que no quería tal solución. (…). 

            Y últimamente, después de haber incitado al radicalismo con mensajes, manifiestos y discursos para que acuda a elecciones y abandone su espíritu de rebeldía, cuando el radicalismo, haciendo un esfuerzo sobre sí mismo, haciendo un esfuerzo para olvidar la anarquía producida por las persecuciones, injusticias, denigración, castigos y burlas sangrientas en los comicios; cuando vuelve animado de un espíritu patriótico, creyendo en las palabras promisorias de un Presidente argentino, ese Presidente trata de burlar de nuevo la voluntad popular y quiere meter al radicalismo en una encrucijada sin salida. (…).

            Del pueblo depende que eso no suceda. Porque estos hombres del gobierno olvidan las enseñanzas de la historia. No se puede vivir de lo artificial constantemente. No se puede emplear medios vedados indefinidamente. No se puede sustentar sobre el fraude y la violencia un gobierno indefinidamente, porque llega un momento en que toda esa armazón artificial se derrumba y aplasta a aquellos que la levantaron. (…).

            Yo deseo la paz para el pueblo argentino. Y deseo la concordia del pueblo argentino. Yo deseo que la República se normalice dentro del juego regular de sus instituciones. Que las campañas políticas sean luchas nobles por los ideales, los propósitos o las ideas de diferentes agrupaciones. Que se pueda luchar en los momentos de comicios con todo ardor, con toda pasión, pero una vez que las urnas den el fallo, la cuestión haya terminado y puedan los hombres volver a su trabajo, a sus ocupaciones ordinarias. Pero el sistema actual en que no hay lucha legal verdadera, es imposible saber en qué momento la agitación del pueblo estará tranquilizada y podrá pacificarse la familia argentina. (…).”.

“Os dije hace dos años: cualquiera cosa que hagan, obtendremos un gran triunfo moral; y ese triunfo lo obtuvimos. Y fue tan grande que los gobernantes de este gran estado argentino fueron al gobierno, sí, pero subieron manchados, debilitados y desorientados. El Partido Radical de la Provincia de Buenos Aires, a pesar de haber sido vencido, tuvo el aplauso unánime de la República entera como el único salvador de las instituciones, de la probidad y de las libertades públicas.

Ya veis todo lo que significa esta lucha. Yo creo y tengo fe en mi pueblo. Si así no fuera, no hubiera estado luchando en épocas lejanas en que el panorama de la República era tan oscuro o más que hoy. No había una conciencia cívica formada. La Ley Sáenz Peña no había despertado en el ciudadano el sentimiento de la fuerza de su voto y de su acción ciudadana. Y, sin embargo, luchando fui al lado de los grandes hombres del partido que iban sembrando a manos llenas en surcos profundos, los ideales democráticos, principios de moral política, moral administrativa, de reivindicaciones ciudadanas y hoy estamos recogiendo la cosecha enorme de aquellos sembradores de otra época, que a puro ideal, sin ninguna probabilidad inmediata de obtener un gran resultado positivo, se entregaron en cuerpo y alma al servicio de una gran causa.

Por eso esas figuras deben estar permanentemente en nuestra mente y no puede haber una asamblea radical digna de tal nombre que no empiece por rendir un homenaje a la memoria augusta de aquel soñador romántico que fue Leandro Alem y al otro virtuoso ciudadano que fue Hipólito Yrigoyen. (…)”.

“El candidato a Presidente de la Concordancia ha hablado con frecuencia de la Revolución del 6 de septiembre y a veces parece que quisiera preguntar qué hice yo ese día. Ya he dicho en una oportunidad en Santa Fe por qué no le contestaba: porque no le daba personería para interrogarme. Pero esta noche, quizá a causa del ambiente cálido de esta asamblea, se me ocurre contestarle.

El 6 de septiembre yo estaba en Europa. Estaba alejado de la política argentina y si me hubiera encontrado en la Argentina, seguramente, indudablemente, dado los antecedentes de mi vida política, en la que siempre me he jugado decididamente en un sentido u otro, o hubiera estado en la Casa de Gobierno defendiendo a Yrigoyen, o hubiera estado con Uriburu haciendo la revolución.

Y ahora el candidato doctor Ortíz (…), ¿dónde estaba ese día? Yo voy a decirlo: estaba en su casa esperando que aclarara.

Porque es claro, cuando se juega en una partida todo un porvenir político, los hombres que lo cuidan mucho acaban por perderlo todo, a fuerza de cuidarlo. En el juego de la política como en todos los juegos, no se puede ganar si no se arriesga a perder, y el hombre que quiere conquistar laureles en la acción política, como el militar que quiere conquistarlos en la guerra, no puede conseguirlos sino en batallas, porque el que no se arriesga nunca acaba por ser derrotado sin haber tenido siquiera la oportunidad de luchar.” (…).

El tramo final de su discurso, aunque enérgico, dejó en claro sus objetivos y los perseguidos desde algunos sectores de la política: “Queremos paz en la familia argentina. Hay que repetirlo constantemente. Queremos ir pacientemente al comicio. Y hay que repetirlo más aún en este momento, porque dentro de la política de confusionismo dirigido por el general Justo, me llegan noticias –que me apresuro a comunicar desde esta tribuna, porque hoy estoy en estado de confidencia– que se está preparando en la Capital Federal una simulada conspiración o movimiento subversivo comunista en concomitancia con radicales, al solo efecto de imponer un estado de sitio para que las elecciones del 5 de septiembre se realicen bajo su imperio; es decir, para que el Presidente tenga las manos libres para hacer con el pueblo argentino lo que le dé la gana. Pero yo no denuncio desde acá: eso que se está tramando es una superchería y una falsedad. No sé lo que hacen los comunistas; no me interesa porque no tengo con ellos ninguna concomitancia, pero lo que sí sé es lo que hacemos los radicales; lo que sé es que queremos votar; no pedimos sino votar, votar libremente, votar y ejercer nuestro derecho, exigiendo el respeto que se le debe a cada ciudadano en la urna.”.

El discurso fue ovacionado por todos los presentes que colmaban la sala del Teatro local.

            Concluido el acto, se sirvió un banquete en honor al ex presidente, quien pernoctó en el “Hotel Colón” para, al día siguiente, recibir a los delegados de los comités radicales de la región. Posteriormente prosiguió en campaña recorriendo diversos pueblos en su trayecto hacia Bahía Blanca, pero antes dejó un último mensaje…

A los vecinos del Azul…

A través del diario “El Ciudadano” –que en sus orígenes había nacido como semanario de la juventud yrigoyenista-, a pocos días de los comicios de 1937, el ex Presidente de la Nación escribió a los vecinos de Azul:

“Gustosamente accedo al pedido de "El Ciudadano", prestigioso órgano periodístico del Azul, para hacer llegar por su intermedio un cordial saludo al radicalismo de esa culta ciudad, cuyos antecedentes cívicos aseguran su honrosa decisión en la próxima jornada comicial, destinada a marcar rumbos en la historia política de la República. -A bordo del tren del Azul a Bahía Blanca, agosto 16 de 1937.”

Elecciones y “Adiós”

La elección presidencial se celebró el 5 de septiembre de 1937. Mediante el “fraude patriótico”​ triunfó Roberto M. Ortiz, candidato de la Unión Cívica Radical Antipersonalista, apoyado por la coalición oficialista conocida como Concordancia. 

Durante su mandato Ortiz intentó restaurar progresivamente la democracia en las elecciones legislativas del ’40. Sin embargo, fracasaría en lograr una salida institucional…

Enfermo y muy angustiado por lo que sucedía en el país, Máximo Marcelo Torcuato de Alvear falleció, a los 73 años de edad, el 23 de marzo de 1942, en Don Torcuato. Fue velado en la Casa Rosada y sepultado en el Cementerio de la Recoleta.

MÁS INFORMACIÓN EN: www.historiasypersonajesdelazul.blogspot.com

 

 

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