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"Ellas y ellos estuvieron…" - Juan Manuel de Rosas
Por Eduardo Agüero Mielhuerry.
Cultura y educación29/02/2024NdAJuan Manuel José Domingo Ortiz de Rozas y López de Osornio nació el 30 de marzo de 1793 en Buenos Aires. Sus padres fueron León Ortiz de Rozas y Agustina López de Osornio.
A los 8 años ingresó en el colegio privado que dirigía Francisco Javier Argerich, demostrando disciplina y vocación. En 1806 intervino en la Reconquista de Buenos Aires y luego se enroló en la compañía de niños del Regimiento de Migueletes, combatiendo en la Defensa de Buenos Aires en 1807.Tiempo después se instaló en la estancia materna “Rincón de López”, trabajando apasionadamente.
En 1813, pese a la oposición materna contrajo matrimonio con Encarnación Ezcurra. La joven pareja engañó a la matriarca diciéndole que Encarnación estaba embarazada. La que en verdad esperaba una criatura era Josefa Ezcurra que, como estaba casada pero separada en los hechos y había concebido a su hijo con Manuel Belgrano por fuera del matrimonio, lo entregó al nacer a su hermana y cuñado quienes lo bautizaron como Pedro Pablo (Rosas y Belgrano). De todas formas, los jóvenes esposos tuvieron otros tres hijos: Juan Bautista, María (fallecida a poco de nacer) y Manuela.
Por esos tiempos, Juan Manuel cambió su apellido “Ortiz de Rozas” simplemente por “Rosas”, esbozándose a lo largo de los años y la historia distintas teorías.
Entretanto, Juan Manuel fue administrador de los campos de sus primos Nicolás y Tomás Manuel de Anchorena, y en sociedad con Juan Nepomuceno Terrero y Luis Dorrego –hermano de Manuel Dorrego-, fundó un saladero que tuvo una intensa pero breve actividad, pasando Rosas a dedicarse a la producción agropecuaria dirigiendo la estancia “Camarones”, de los Anchorena. También, poco después, compró la estancia “Los Cerrillos”, en San Miguel del Monte, donde organizó una compañía de caballería, los “Colorados del Monte”, para combatir a los indígenas y cuatreros.
Hacia 1820, Rosas comenzó a involucrarse en política. A medida que su influencia crecía, también lo hacía su capital con la compra de varios campos y viceversa. Y gracias a su apoyo y el de otros estancieros, el general Martín Rodríguez fue elegido gobernador de la provincia de Buenos Aires. Los desórdenes producidos por la Anarquía del Año XX habían dejado desguarnecida la frontera sur, por lo que habían recrudecido los malones. Rodríguez dirigió entonces tres campañas al desierto, usando una extraña mezcla de diálogos de paz y guerra con los pueblos originarios.
El Arroyo Azul
Mediante un decreto del 31 de octubre de 1825, el gobierno bonaerense del general Juan Gregorio de Las Heras designó una “comisión encargada de la demarcación de la línea de frontera”. El plan, delineado por el ministro Bernardino Rivadavia, comprendía el “establecimiento de una línea de frontera que le precavía de las invasiones de los bárbaros, asegura la propiedad de los hacendados y haga efectivos los progresos en la riqueza de la Provincia”.
La Comisión que encabezaban los coroneles Juan Manuel de Rosas y Juan Galo Lavalle, y el ingeniero Felipe Senillosa, contaba entre sus integrantes a Pedro Burgos, quien en algunos años se convertiría en el fundador del Fuerte San Serapio Mártir del Arroyo Azul. El objetivo era examinar el espacio existente desde la cabecera de la Sierra del Volcán hacia el mar, hasta la horqueta que hacen los arroyos Las Flores y Vallimanca reconociendo hasta el sur del boquete del Tandil y de ser posible hasta Quequén.
El 25 de enero de 1826, la Comisión presentó su memoria descriptiva, conteniendo un buen acopio de datos geográficos e informaciones sobre los campos. Dentro del amplio y rico informe presentado, destacan que los días 6, 7 y 8 de enero de 1826 “…permanecimos en la margen del Arroyo Azul, ocupados en redactar el diario, y arreglar los borradores de los planos y croquis de las marchas…”.
Dorrego y Lavalle
En 1827, en el contexto previo al inicio de la guerra civil que estallaría en el ’28, el gobernador Manuel Dorrego declaró a Rosas como comandante general de las milicias, con el objetivo principal de finalizar los saqueos y destrozos llevados a cabo por los indios del sur.
Terminada la Guerra del Brasil y tras algunas medidas tomadas por el Gobernador, la madrugada del 1 de diciembre de 1828, el general unitario Juan Lavalle tomó el Fuerte de Buenos Aires y logró ser elegido gobernador, disolviendo inmediatamente la Junta de Representantes de Buenos Aires. Juan Manuel de Rosas levantó la campaña contra los sublevados y reunió un pequeño ejército de milicianos y partidas federales, mientras Dorrego se retiraba al interior de la provincia para buscar su protección. Lavalle se dirigió con sus tropas a la campaña para enfrentar a las fuerzas federales de Rosas y Dorrego, a quienes atacó sorpresivamente en la batalla de Navarro, derrotándolos. Tras algunos traspiés, Dorrego fue vencido y hecho prisionero, tras lo cual Lavalle ordenó su fusilamiento.
A principios de enero de 1829, el general José María Paz, aliado de Lavalle, inició la invasión de la provincia de Córdoba, donde derrocaría al gobernador Juan Bautista Bustos. De ese modo se generalizó la guerra civil en todo el país.
Lavalle envió ejércitos en todas direcciones, pero varios pequeños caudillos aliados de Rosas organizaron la resistencia. Estanislao López y Rosas persiguieron a Lavalle, derrotándolo en la batalla de Puente de Márquez. Más tarde, desesperado, Lavalle se entrevistó con Rosas en la estancia “La Caledonia” donde firmaron el “Pacto de Cañuelas”. Pero ante su incumplimiento por parte de los unitarios, fue seguido por el “Pacto de Barracas”. Se nombró gobernador a Juan José Viamonte quien llamó a la legislatura derrocada por Lavalle.
Todo el poder
La Legislatura de Buenos Aires proclamó a Juan Manuel de Rosas como gobernador el 8 de diciembre de 1829, con el título de “Restaurador de las Leyes e Instituciones de la Provincia de Buenos Aires”, y le otorgó “todas las facultades ordinarias y extraordinarias que creyera necesarias, hasta la reunión de una nueva legislatura”.
José María Paz invadió las provincias de los aliados de Facundo Quiroga, colocando en ellas gobiernos unitarios. Los bandos quedaron definidos: las cuatro provincias del litoral, federales; las nueve del interior, unitarias y unidas desde agosto del ’30 en la “Liga Unitaria”.
A los pocos meses, en enero de 1831, Rosas y Estanislao López impulsaron el “Pacto Federal” entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos. Este -que sería uno de los “pactos preexistentes” mencionados en el Preámbulo de la Constitución- tenía como objetivo poner un freno a la expansión del unitarismo encarnado en el general Paz.
Tras diversos combates, guerrillas, avances y retiradas, al producirse la captura de Paz, Gregorio Aráoz de Lamadrid se hizo cargo del ejército unitario, con el que se retiró hacia el norte y fue vencido por Facundo Quiroga en la batalla de La Ciudadela, con lo que la Liga del Interior fue disuelta.
En los meses siguientes, las provincias restantes se fueron adhiriendo al Pacto Federal. Muchos creían que con la pacificación interior, había llegado el momento para la organización constitucional del país. Sin embargo, Rosas argumentó otras necesidades para demorar –hasta su caída-, la sanción de una Constitución
A fines de 1832, la Legislatura reeligió a Rosas. Sin embargo, con otros planes en mente –que incluían el apoyo unánime de la opinión pública-, rechazó su designación siendo elegido en su lugar Juan Ramón Balcarce, a quien Rosas entregó el gobierno el 18 de diciembre.
El sable del “Restaurador”
La “frontera con el indio” se había adelantado hasta una línea que pasaba aproximadamente por las actuales ciudades de Balcarce, Tandil y Las Flores. En cuanto Rosas dejó el gobierno organizó tropas para ampliar aún más esos límites. Aunque el Gobierno quería respaldar el proyecto, tras anunciarse que no poseía los recursos necesario, Rosas y Juan N. Terrero aportaron hacienda para el abastecimiento y los hermanos Anchorena y otros donaron dinero para respaldar la Campaña.
Las tropas se movieron en tres columnas. La del Oeste recorrió un territorio de donde habían sido expulsados los aborígenes recientemente, por lo que se limitó a llegar al río Colorado. La del Centro venció al cacique ranquel Yanquetruz. Y la del Este, al mando de Rosas, se estableció a orillas del río Colorado y envió cinco columnas hacia el sur y hacia el oeste, que consiguieron derrotar a los caciques más importantes. Sin embargo, Rosas puso en práctica su táctica más efectiva por muchos años, firmando tratados de paz que haría respetar a cualquier costo, enviando inclusive a su hijo putativo, Pedro Pablo Rosas y Belgrano, a cerciorarse de suministrar “los vicios” acordados.
El 9 de mayo de 1834, Encarnación Ezcurra le escribió a su esposo deseosa de visitarlo en el Azul (pueblo que él había mandado a fundar al coronel Pedro Burgos hacia finales del ’32) o donde él quisiera, “pues si no me he puesto en viaje ha sido por no saber si sería de tu aprobación, pues para ello no tengo obstáculo y lo deseo mucho”.
En la segunda quincena de mayo, tras su regreso del mal llamado “desierto”, el general Juan Manuel de Rosas se instaló con su Ejército en el Fuerte San Serapio Mártir del Arroyo Azul. Durante su estadía, depositó en la modesta capilla rancho, al pie de la imagen de Nuestra Señora del Rosario (imagen ya desaparecida y reemplazada por la que preside el Altar Mayor de la actual Catedral), la espada que había ceñido durante las operaciones en “Campaña”, junto a dos espigas de maíz adornadas con cintas color rojo punzó, siendo ambos símbolos inconfundibles de la “Mazorca”.
Algún tiempo después, el comandante del Azul, Pedro Burgos, -escribiente mediante- se dirigía a la esposa de su compadre, Encarnación, expresándole:
“Este pueblo tiene el honor y la gloria de conservar la invencible espada que ceñía el Señor General en Jefe del Ejército de la Izquierda, el Héroe del Desierto, con la que triunfó de los amotinados del primero de diciembre y restableció el imperio de las leyes. Ella es, Señora, y será sostenida con noble orgullo por todos los que habitan en Azul de este vecindario, que no atina el ajustado encomio con que debe congratular a ese Ilustre Ciudadano, y exprimirle todos los sentimientos plausibles de su reconocimiento, puesto que no es dable que miren sus constantes sacrificios sin aquel agradecimiento digno del respeto con que la admiración suele acercarnos a los portentos. Ella, (repetimos) será una garante para las generaciones más remotas de su brillante empresa a los desiertos del Sud, inmortalizará su memoria”.
Se asegura que el arma permaneció muchos años en el lugar; luego se la colocó en el segundo templo que tuvo Azul, el cual reemplazó a la capilla rancho y allí permaneció, incluso después de la caída de Rosas. Años después, el general Manuel Escalada (cuñado del general José de San Martín) quien vivió algún tiempo en Azul y fue el fundador del barrio “Villa Fidelidad”, propuso la construcción de un nuevo templo en reemplazo de la Iglesia que databa de la época de la fundación, y que se encontraba casi en ruinas. Así, aunque demorada la iniciativa por los vaivenes políticos, en 1862, cuando era imprescindible recaudar fondos para el nuevo templo, la espada fue vendida al vecino Manuel Vega Belgrano (sobrino nieto y yerno del creador de la Bandera).
Nuevamente…
Los desacuerdos internos del partido federal comenzaron a incrementarse. El enfrentamiento se condujo principalmente en la prensa, dividida en dos bandos, que se atacaban escandalosamente. Mientras Juan Manuel llevaba a cabo su “Campaña”, Encarnación Ezcurra era la principal actriz de la contienda, fogueando la situación y organizando diversas manifestaciones.
Sin otra salida, Balcarce presentó su renuncia, siendo sucedido por el general Juan José Viamonte. Unos meses después Rosas retornó a Buenos Aires y el Gobernador renunció. Aunque la Legislatura eligió otra vez a Rosas, éste no aceptó porque no se le concedían las “facultades extraordinarias”, y el cargo fue ocupado por su amigo Manuel Vicente Maza.
El asesinato de Facundo Quiroga apresuró los acontecimientos. Maza presentó su renuncia y, como era previsible, la Legislatura convocó a Rosas accediendo a entregarle la “suma del poder público”. Así comenzó su segundo y más duro mandato. Eliminó de todos los cargos públicos a sus opositores y borró del escalafón militar a los oficiales sospechosos de ser opositores, incluyendo a los exiliados. Hizo obligatorio el lema “Federación o muerte” (también se usaba “¡Mueran los salvajes unitarios!”), para encabezar los documentos públicos e impuso el uso del cintillo punzó. Asimismo, contó con el respaldo de la “Sociedad Popular Restauradora” y el órgano parapolicial conocido como la “Mazorca”, encargado de infundir temor y muerte entre los adversario.
Contra Francia e Inglaterra
Desde 1830, Francia buscaba aumentar su influencia en América Latina y, especialmente, lograr la expansión de su comercio exterior. En marzo de 1838 la armada francesa bloqueó el puerto de Buenos Aires y todo el litoral del río, y lo extendió a las demás provincias del litoral. Aunque el gobierno francés no consiguió mucho con su bloqueo, generó el descontento de los ganaderos y comerciantes, y comenzó a pagarle a opositores incentivando potenciales alzamientos.
Entretanto, Juan Manuel recibió uno de los golpes más duros de su vida al fallecer su esposa Encarnación Ezcurra, el 20 de octubre de 1838.
En la ciudad de Buenos Aires se gestó un movimiento en contra del Gobernador, para impedir que fuera reelecto. El mando militar fue asumido por el coronel Ramón Maza, hijo del presidente de la legislatura provincial, Manuel Vicente Maza. Simultáneamente, en el sur de la provincia, se organizó otro grupo opositor, llamado los “Libres del Sur”, encabezado por los ganaderos alarmados por la caída de las exportaciones y por la posible pérdida de sus derechos que habían obtenido sobre sus tierras por el vencimiento de la “Ley de Enfiteusis”, y contaban con el apoyo de Lavalle, que debía desembarcar en la bahía de Samborombón. Sin embargo, la sublevación fue descubierta y los cabecillas fueron asesinados o murieron en la batalla, otros fueron encarcelados y algunos lograron exiliarse. Todo el movimiento antirrosista fue sucesivamente sofocado. La retirada de Lavalle hizo que los franceses firmaran la paz con Rosas y levantaran el bloqueo. En su huida, Lavalle fue cosechando derrotas hasta terminar siendo asesinado en un tiroteo casual en San Salvador de Jujuy.
Durante largo tiempo, sin éxito, Inglaterra reclamó la libre navegación por los ríos Paraná y Uruguay para poder vender sus productos. Debido a esta disputa, el 18 de septiembre de 1845, las flotas inglesas y francesas bloquearon el puerto de Buenos Aires, siendo uno de los objetivos políticos fundamentales impedir que el Uruguay quedara bajo soberanía argentina. La flota combinada avanzó por el río Paraná, intentando entrar en contacto con el gobierno rebelde de Corrientes y con Paraguay. Lograron vencer la fuerte defensa que hicieron las tropas de Rosas, en la batalla de la Vuelta de Obligado, pero meses más tarde fueron derrotados en la batalla de Quebracho.
Gran Bretaña levantó el bloqueo en 1847. Francia tardó un año más. Después estas retiradas, Montevideo solo dependía del Imperio del Brasil para sostenerse. Juan Manuel de Rosas consideró inevitable una guerra con Brasil, y pretendió aprovecharla para reconquistar las Misiones Orientales. Declaró la guerra al Imperio y nombró comandante de su ejército a Justo José de Urquiza.
A fines del año 1850, Rosas le ordenó a Urquiza que cortara el contrabando desde y hacia Montevideo, lo que significó un encono para el entrerriano que se preparó para enfrentarlo. El 1 de mayo de 1851, lanzó su “Pronunciamiento”, por el que reasumió la conducción de las relaciones exteriores de su provincia, aceptando inesperadamente la renuncia que todos los años Rosas hacía de las mismas.
Tácticas militares, alianzas y disidencias le dieron a Urquiza el poder que necesitaba. En la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, Juan Manuel De Rosas fue completamente vencido, firmando su renuncia en el “Hueco de los sauces” (hoy Plaza Garay de la ciudad de Buenos Aires). Aquel mismo día, después de varias semanas de agonía, postrado, también moría su compadre y obsecuente aliado, el coronel Pedro Burgos.
Exilio y muerte
Rosas partió hacia Inglaterra en el buque de guerra británico “Conflict”. Se instaló en una granja alquilada en las afueras de Southampton, acompañado de su hija “Manuelita”. Pocas visitas pero muchas cartas marcaron sus últimos años. La noticia de la muerte de su hijo putativo, Pedro Pablo Rosas y Belgrano, fue un duro golpe... La soledad, otro.
Juan Manuel de Rosas falleció el 14 de marzo de 1877 en Southampton, Inglaterra.
MÁS INFORMACIÓN EN: www.historiasypersonajesdelazul.blogspot.com
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